Por Carmen Perilli

La historia transcurre en un país de nombre incierto, aunque fácilmente identificable con la realidad nacional, donde “el presidente” busca centralizar todas las actividades de evaluación de la vida intelectual y científica, en un castillo abandonado en medio de la pampa. En ese lugar siniestro, aislado de la realidad, en medio de una llanura, lindando con un asilo de locos, se traslada a las eminencias evaluadoras del país, en su mayoría ancianos. La intención es preservar la transparencia del proceso de evaluación máximo de asepsia, al mismo tiempo, aunque el poder político no deja de interferir, presionando para que se avalen las más disparatadas presentaciones.

Incomunicados, asustados, los “evaluadores” están condenados al sinsentido y vigilados por un ejército de empleados.

El autor juega con el contraste de la normalidad de la voz narrativa con la monstruosidad. La novela se inscribe dentro de la poética de la incertidumbre del género fantástico. El desconcierto surge de la transformación de lo familiar en siniestro, de la borradura de límites que provoca la inseguridad.

En Los grados de la escritura Noé Jitrik afirma que la operación de la escritura es una práctica que, en su ejercicio mismo, modifica aquello que se supone que representa y, al hacerlo, libera sentidos que desbordan aquellos que estarían encerrados en lo representado. Evaluador, una alegoría del mundo académico, se abre a múltiples interpretaciones. La lectura muda en fascinante aventura de incierto itinerario.

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NOVELA:  EVALUADOR / Noé Jitrik (Tierra firme – Buenos Aires)